‘La luz que imaginamos’: un drama realista indio con mirada feminista

Llega a las salas comerciales de Argentina una película india un tanto peculiar. Se trata de La luz que imaginamos (en inglés All We See As Light), segundo largometraje de la directora y actriz Payal Kapadia.

El cine indio es conocido principalmente por su industria bollywoodense, la que produce más títulos al año. Muchas de esas películas nos llegan a través de Netflix, pero salvo algunas pocas excepciones, suelen encontrarse lejos del clamor de la crítica. Existió también una corriente, que parece extenderse hasta el dia de hoy: la del cine paralelo, que se circunscribe al cine social y de autor indio, presente desde la década del ‘50 y popularizado gracias a cineastas como Saytajit Ray. La luz que imaginamos, segundo largometraje de Payal Kapadia, parece inscribirse en esa retórica.

La película sigue la vida de tres mujeres en la densamente poblada ciudad de Mumbai: por un lado Prabha (Kani Kusruti), una enfermera jefe de unos cuarenta años, que da clases de instrucción a las enfermeras novatas y que se encuentra casada (por arreglo) con un tipo que se mudó a Alemania y no ve hace mucho tiempo; por otro, su jóven compañera de departamento Anu (Divya Prabha), quien trabaja en la recepción del hospital y que mantiene un inaceptado romance con un chico musulmán llamado Shiaz (Hridhu Haroon). Y por último pero no por eso menos importante, la subtrama de Parvathy (Chhaya Kadam), cocinera del hospital que enfrenta problemas legales que la ponen al borde de un desalojo tras la muerte de marido.

Una mirada distinta

Que una película así llegue a salas como Showcase o Cinépolis parece ser un hito, y también lo es para el cine de India en general. La luz que imaginamos tiene ese pulso del cine independiente premiado en festivales europeos, que permite tomarse su tiempo para describir y desarrollar a sus personajes a través de situaciones simples. Incluso en esta simpleza, puede darse el lujo de tocar temas sociales de fondo (por ejemplo, el determinismo que ejerce sobre las clases sociales el aún presente sistema de castas) y mostrar situaciones muy levemente explícitas, normalmente censuradas por la Junta Central de Certificación Cinematográfica que existe en la India.

Con una mirada feminista, Kapadia se adentra en la vida de estas tres mujeres, que pese a los problemas ecónomicos o románticos que atraviesan, siempre están para darse una mano solidaria y servirse de refugio. La trama se agita por momentos, como cuando Prabha recibe de regalo una olla arrocera de su ausente esposo en Alemania, a quien parece extrañar y detestar en partes iguales. Dicha situación la pone en un brete, porque estando casada en una sociedad tan conservadora, no se puede dar el gusto de aceptar las propuestas de un médico que le escribe poemas. Caso contrario pero igualmente problemático es el que atraviesa Anu, cuya relación con un islámico (así como cualquier mínimo flirteo con un hombre) está mal vista por el resto de su entorno. Prabha padece las consecuencias de un matrimonio arreglado, mientras que los padres de Anu le buscan un candidato a su hija

La urbe de Mumbai, gran protagonista

Sí hablamos de Bollywood, hablamos de Bombay, o como se llama oficialmente, Mumbai. Esta ciudad portuaria del subcontinente indio es la cuarta más poblada del mundo y Kapadia, nativa de allí, aprovecha cada oportunidad que tiene para posar la cámara en aquellos no-lugares de su gran urbe: estaciones de tren, centros comerciales modernos y ferias callejeras. En cada plano se sienten las texturas y se respira el aire de una ciudad que parece cosmopolita por la mera variedad de idiomas que se hablan. Allí se establece gente de localidades aledañas, zonas rurales y también de otros estados indios, como es el caso de la protagonistas, de origen malayali. Todos en busca de mejores oportunidades.

Para los que vivimos en el área metropolitana de Buenos Aires, estos paisajes no nos resultan tan disímiles como si lo es ver gente comiendo arroz con las manos. Como film de carácter realista y costumbrista, nos encontraremos con situaciones que nos acercan con bastante transparencia a la cotidianeidad de estas mujeres, vistas en su lugar de trabajo, tomando el transporte público y preparando algo para cenar en su departamento

Hay sobre el final del film, un distanciamiento del tono realista que Kapadia venía manejando con precisión. Parvaty, ante la imposibilidad de poder recuperar su casa, se embarca hacía una vivienda en su antiguo pueblo en compañía de las otras dos mujeres. Esa pequeña localidad costera servirá como una especie de locus amoenus en el que las tres protagonistas podrán librarse un rato de la realidad. Allí se producirá un peculiar encuentro entre Prabha y un misterioso hombre, que parece inscribirse en una lógica del realismo mágico.

¡Compartilo en tus redes!