Estratégicamente distanciado del cine argentino, finaliza el 39° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata

Hoy, como solemos hacer desde que existe este proyecto en 2017, no hablaremos en el cierre del (para nosotros) Festival más lindo del mundo, de los ganadores y de las películas que destacaron. Hoy queremos hablar de su estado y por qué el abandono estratégicamente planificado de esta cita anual es perjudicial y casi un golpe de knock-out que acompaña el desfinanciamiento de la industria cinematográfica nacional.

Sobre nuestra última película de la semana vemos por última vez el spot elegido por esta administración para dar insignia distintiva a la edición 39° del Festival. Justo cuando aparece el logo del INCAA el público aplaude y, los menos tímidos, acompañan con alguna vociferación de apoyo al cine argentino y a la institución que, hace menos de diez años, contaba con otro presupuesto para llevar adelante diez días de festival.

Todo sucede en una sala con muchas más butacas libres de las ocupadas, poca cartelería, entradas excesivamente caras y, por momentos, impuntualidad y hasta desconocimiento teñido de anécdota personal en las presentaciones de las películas que quedaron a cargo de los actuales directores artísticos de celebrar setenta años del único evento Clase A de todo el continente americano.

La única función a sala llena fue ‘Megalópolis’ del gran Francis Ford Coppola, llenando un teatro Auditorium con capacidad para 1000 personas. Hemos estado presentes en la primera función de dos tanques a estrenarse en salas como ‘Un dolor real’ y ‘Cónclave’ (e inclusive, candidatas a quedarse con más de un premio Óscar) en los que la Sala Ástor Piazzola tuvo muchos más asientos vacíos de los que esperábamos ver.

En la oferta extranjera, resonaron películas como ‘Saturday Night’, ‘Rita’, ‘Emilia Pérez’, ‘There was, there was not’, ‘Foxtrot’ y ‘Brown’. Asimismo, fue más que interesante la presencia, charla con el público mediante, de dos películas de la directora Miwa Nishikawa (‘Under the open sky’ y ‘Dear doctor’). En el escenario nacional, destacamos producciones como ‘El casero’ (Competencia Internacional), ‘Adulto’ (Competencia Argentina), ‘El ascenso y caída de Zara Zilverstein’ y ‘Compost’ (ambos, pertenecientes a la Competencia Argentina de Cortometrajes).

Las entradas, tasadas en un precio máximo de AR$4300, significaron un aumento de casi el 1000% respecto al valor del año pasado (AR$400). Esto, para el público festivalero que ve, entre dos y tres filmes por día, fue un presupuesto difícil de abordar a la hora de llenar las salas. Una muestra de esto fue la improvisada decisión del Festival de otorgar un descuento para jubilados que no estuvo contemplado en las reglas originales de la presente edición. Asimismo, el descuento regía para estudiantes, pero no fue anunciado oficialmente ni en cartelería, ni en la web oficial del evento. La cuestión trascendió a algunos medios de comunicación cuando solicitaron su credencial de prensa, al no abrirse una convocatoria pública para la acreditación de periodistas especializados en cine.

‘Adulto’, de Mariano González

Las visitas que llamaron su atención fueron Paz Vega, Emma Suárez, Adriana Ugarte, Pablo Hellman y Jason Reitman. El mismo tinte reviste la estadística de películas proyectadas. Este año solamente se proyectaron 168 filmes frente a las 208 que tuvo la edición del 2023 y las 180 de la edición 2022 dedicada a Leonardo Favio. En este sentido, la asistencia de trabajadores de la industria nacional cinematográfica migró a Contracampo que, con solo 270 asientos del Teatro Enrique Carreras, tuvo cinco días de festival con demanda colapsada.

‘El ascenso y caída de Zara Zilverstein’, de Brian Kazez

¿Qué pasó con las proyecciones de cine al aire libre? ¿Con las charlas y los conversatorios especializados de la industria, puntos de encuentro de vital importancia para los trabajadores del cine y los estudiantes del campo? En esta edición, al igual que la cartelería característica que suele teñir a La Feliz durante 10 días, no existieron. Si bien ya está anunciada y confirmada la 40° edición del Festival que será del 31 de octubre al 9 de noviembre de 2025, nos preguntamos en qué condiciones será.

Más allá de la autocrítica necesaria hace años que la industria audiovisual mantiene al interior de sí misma, es necesario empezar a recomponer de una vez por todas, y de manera responsable y adecuada, el sistema de financiamiento, proyección y distribución de nuestras películas. En este sentido, espacios como Contracampo son más que necesarios para pensar la industria que queremos y deseamos ver en las salas festivaleras y, por supuesto, comerciales. Es por todo esto que anhelamos (más allá del contexto que es completamente desalentador) que el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata recupere algo de su mística para reencontrarse con esas historias desconectadas – y más que necesarias – en esta coyuntura cultural compleja.

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