Déjame Entrar: La soledad infantil en un cuento de horror

En el Festival Internacional de Cine Independiente de El Palomar (EPA Cine) 2025 se presenta “Déjame entrar” de Tomas Alfredson. Un film inquietante y delicado donde la soledad es el verdadero monstruo en la cinta. La historia aparece como un territorio árido, frío y violento. Poblado de heridas invisibles y de silencios. Donde los vínculos se rompen y los adultos son figuras ausentes.

Basada en la novela de John Ajvide Lindqvist, esta historia sueca de horror y ternura propone una mirada distinta al género. Aquí no existen los monstruos convencionales. En este mundo gélido, dos criaturas solitarias encuentran un refugio mutuo. Un niño acosado y una vampira atrapada en la eternidad. Juntos, logran romper su aislamiento.

Oskar: una víctima del bullying, prisionero de la soledad

La cinta nos presenta a Oskar, el protagonista de doce años que vive en un suburbio helado de Suecia. Su existencia está marcada por la violencia y la soledad más profunda. En la escuela sufre bullying constante. En casa lo espera una madre ausente y un padre distante, siendo la soledad su única compañía verdadera.

Sin afecto ni protección, él cultiva una imaginación oscura. Sueña con vengarse de sus agresores, siendo que su mundo interior ha sido moldeado por el miedo y la soledad.

Lo sobrenatural como forma de conexión

Con el paso de los minutos, conoce a Eli. Una niña extraña, pálida, que aparece en el patio de su edificio, donde lo sobrenatural se cruza con su soledad infantil. Ella es diferente, no lo humilla ni le teme. Su presencia rompe el aislamiento de Oskar, siendo la primera en tratarlo como un igual.

Poco a poco, lo extraño se revela. Ella es una vampira atrapada en el tiempo. Sin embargo, para Oskar es alguien que entiende su soledad, que lo aprecia y con quien disfruta pasar el tiempo, aún sin entenderse por completo.

La relación de Oscar y Eli: ternura en un mundo hostil

Entre ellos ha nacido una relación ambigua. Amistad, afecto y necesidad se ven reflejadas en sus ojos. La película muestra este vínculo con enorme delicadeza. Gestos mínimos, miradas y silencios compartidos.

Ambos están marcados por la marginalidad, por su diferencia, el miedo y la necesidad de afecto. La soledad es el hilo que los une. En Eli, Oskar encuentra consuelo. En él, ella halla comprensión, amistad y amor. El horror queda en segundo plano, siendo la conexión entre dos seres desplazados lo esencial de la historia. Su vínculo les ofrece una tregua a la amarga marginalidad.

El horror visto desde la mirada infantil

Alfredson filma siempre desde la altura de Oskar, donde el horror y el miedo son percibidos desde su mirada infantil, nada es gratuito. La atmósfera es densa, los espacios vacíos refuerzan el aislamiento. Además, la violencia aparece sin concesiones, pero lo que más pesa es la soledad.

El terror no proviene solo de los colmillos de Eli, sino de la indiferencia adulta, del abandono, de la soledad que consume a los niños en silencio. De esta manera, encuentran mutuamente el afecto y la compañía que tanto necesitaban; aún a costa de la vida de los demás.

Una fábula oscura sobre la soledad y la necesidad de afecto

A manera de cierre, Déjame entrar es un cuento de horror, pero también una historia sobre la necesidad de cariño y afecto. Sobre el deseo de romper con la soledad. La relación entre Oskar y Eli es inquietante, tierna y ambigua, no es solo amistad. Si bien luego se vuelve amor, es supervivencia emocional, es la lucha de ambos contra la tristeza y melancolía producidas por el aislamiento.

Con sensibilidad, Alfredson ha logrado crear una obra poderosa. Un relato donde el horror y la ternura conviven y donde la soledad es el enemigo más temible, incluso más que los monstruos sobrenaturales.

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