‘Anora’ es el último y multipremiado largometraje del cineasta norteamericano Sean Baker (‘The Florida Project’, ‘Tangerine’). El film, que transita virtuosamente entre el drama y la comedia de enredos, se quedó con el máximo galardón de la 97.ª edición de los Premios Oscar. Te contamos que nos pareció y por qué creemos que se ganó una estatuilla de la Academia.
La cinta sigue la vida de Ani (Mikey Madison), una joven neoyorkina que trabaja como stripper en un club nocturno. Allí conocerá a Vanya (Mark Eydelshteyn), el hijo de un magnate ruso que, encantado con sus bailes, le pedirá que se quede con él por una semana. Así, comenzará a florecer un ingenuo romance entre ambos.
Baker, quien ya ha retratado el mundo de las trabajadoras sexuales, presenta a Ani a través de un elegante y procaz travelling en una de sus sesiones de lap-dance. En estos primeros minutos de película, veremos como desempeña su trabajo con gracia, hasta que su jefe le pide que se encargue Vanya.
La doble vida de Anora
Ani es en realidad el diminutivo de Anora, nombre de origen ruso. Aunque se esfuerce en ocultarlo y prefiera no hablar el idioma eslavo que aprendió de su abuela, este será el nexo que la unirá con Vanya en un principio. Ella invitará al joven al cuarto privado y luego él le preguntará si puede verla por fuera de su horario de trabajo.

El dinero parece poder comprarlo todo en la vida del ruso. Anora verá en su intención de derrochar su fortuna solo para pasar más tiempo con ella, una chance de vivir su cuento de hadas. Entusiasmados y visiblemente enamorados, deciden casarse en Las Vegas y vivir juntos. Pero, la cosa parece que va más allá del dinero. Ani sueña en el fondo con escapar de aquella vida, en la que brilla como una estrella por las noches, pero que de día se mantiene apagada y taciturna como las prendas que viste mientras viaja en el metro.
De estos contrastes se compone la película. La doble identidad que sutilmente marca el no-uso de su nombre de pila. El excelso trabajo de fotografía de Drew Daniels, con sus impactantes interiores cargados de neón frente al frío vecindario de Ani. El vestuario de Mikey Madison, sugerente en el burdel pero sin vestigios de sensualidad cuando no ejerce su labor.

Un crisol de géneros
Terminado este primer acto. Los padres de Vanya se enteran del casamiento por las noticias y, avergonzados, contratarán matones que se encarguen de enderezar el rumbo de la vida de su hijo. Acá es cuando el relato entra de lleno en el lenguaje de la comedia física, con una larga secuencia llena de mobiliario roto dentro del departamento del ruso.
El ingrediente trágico se va cocinando a fuego lento durante este tramo del film. Vanya huye sin reparos de sus guardaespaldas y deja a su esposa sola con ellos. Ella deja de vivir su semana de glamour y el conflicto de clase se hace presente: es una deshonra para la familia de Vanya que su hijo se case con una prostituta. Sin embargo, Ani nunca dejará de reafirmar su rol de esposa. Y, junto a estos tres nuevos personajes emprenderá la búsqueda del irresponsable joven, aferrada a la ilusión de formar una nueva vida con él.

El humanismo de Baker
Entre estos matones, de origen armenio y ruso, se encuentra Igor (Yura Borisov), quien resulta clave en la segunda mitad del largometraje. Él será un personaje que, pese a su accionar violento, se esforzará por comprender a Ani, quien lo ve con malos ojos. Desprovisto de riqueza material, posee algunas cosas en común con Anora: nuevamente el origen, del que Igor, en cambio, no rehusa.
Quizás “Anora” trate bastante sobre estos contrapuntos y dualidades. Estos detalles, como el de una bufanda que Igor utiliza primero para amordazar y luego para abrigar a Ani, la hacen una película memorable. Es en estos pequeños movimientos donde brota el humanismo que caracteriza al cine de Baker.