‘The second act’: un absurdo meta cinematográfico sobre la finalidad del arte

El director y DJ francés Quentin Dupieux (Deerskin, Yannick) vuelve a la carga con otra breve película repleta de humor absurdo y reflexiones meta cinematográficas, ambientada en un incómodo set de filmación.

La película transcurre en el medio de la ruta en la campiña francesa. Allí, dos amigos, David (Louis Garrel) y Willy (Raphael Quennard), caminan y conversan hasta llegar a un restaurante que lleva el mismo nombre de la cinta. David insistentemente ruega a su compañero para que seduzca a su novia Florence (Lea Seydoux), con quien planea encontrarse. Ella, perdidamente enamorada de él, planea presentarle a su padre Guillaume (Vincent Lindon), pero su novio solo quiere deshacerse de ella.

Sin embargo, esta trama es solo una excusa para contar otra cosa: cuando Willy comience a realizar comentarios políticamente incorrectos, David le rogará que se comporte y no se salga del guión, y desde ahí entraremos en el juego entre realidad y ficción que nos propone Dupieux. Ninguno de los actores se encuentra totalmente convencido de la película que están rodando y la filmación se verá constantemente interrumpida cuando los egos de protagonistas comiencen a pisarse.

El guion de Dupieux es siempre provocador e inquietante, y cada línea y gag físico poseen un timing muy preciso. Es una obra típica de este autor, cuyo fin no es dejarnos una moraleja, sino derrumbar las paredes que separan nuestra realidad de la ficción, para reflexionar sobre el propósito que tiene el arte, y más precisamente, el cine, en un contexto lleno de crisis sociales, políticas y al interior mismo de una industria cinematográfica que a veces opta por contar historias intrascendentes como contra la que los actores se revelan.

Sobre el final, la estructura de historias en caja china sobre la que está montada la película termina por complejizarse aún más y se nos brinda a los espectadores una ambigua y desafiante última secuencia.

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