La película fue estrenada en 1995 y está dirigida por el cineasta Marcelo Piñeyro (Plata quemada). Hoy hablamos de una película icónica de nuestro cine. Si todavía no la viste o no la conocés, te contamos por qué esta película ambientada en los ’90 nos gusta tanto.
La historia sigue a José (Héctor Alterio), un anciano anarquista que un día va a una financiera y amenaza con matar al joven empleado Pedro Mendoza (Leonardo Sbaraglia), si no le devuelven el dinero que le robaron. A partir de ese encuentro inesperado, los dos crean un plan y huyen a la Patagonia. Sin embargo, un oscuro secreto saldrá a la luz, encontrándose con distintos obstáculos en su viaje.
La película está ambientada en los años ’90 en Argentina, en plena recesión económica orquestada por el menemismo, y resulta ser un crítica a la sociedad y el ámbito político de esa época.
La amistad y la libertad ante todo
Si bien al principio surgen algunos conflictos generacionales entre José y Pedro, logran conocerse más a medida que se comprometen en visibilizar su situación ante los medios de comunicación para generar empatía en los distintos grupos etarios, mientras los persiguen dos mafiosos.
En su camino, José y Pedro se encuentran con Ana (Cecilia Dopazo), una chica sin rumbo que se caracteriza por ser de espíritu libre y antipática. A pesar de que el primer encuentro no es nada amigable, se une a ellos en el viaje para descubrir que es lo que realmente quiere hacer con su vida.

Uno de los elementos más característicos del film son las escenas de persecución y enfrentamiento, donde el nivel de violencia va desde lo material hasta lo físico, haciendo que el espectador vacile acerca de si los tres personajes llegarán a su destino final. Al mismo tiempo, José y Pedro encarnan la figura del héroe al ser fieles a sus convicciones e ir en contra de la corrupción y la injusticia social.
Otro de los rasgos más característicos del relato son los planos generales de las mesetas, ya que por momentos generan en el espectador la ilusión de estar viendo un western. Las imágenes de los pastizales, los yuyos y los vientos arenosos transmiten una idea de tranquilidad y armonía, alejándonos a los personajes principales del caos de la ciudad.
La evolución del personaje de Pedro también es otro de los rasgos más destacables de la película, ya que a través de algunas secuencias se puede observar cómo él lucha con sus conflictos internos y la mirada del otro que intenta imponerle arbitrariamente un rol por el cual no se identifica. Sin duda, Pedro es representado como un hombre sensible y reflexivo que quiere encontrarse consigo mismo y tomar riesgos por una vez en su vida.

Imágenes de una Argentina en decadencia
Además de la huida de José y Pedro, aparece otra subtrama que es la privatización de empresas públicas, impulsada por las políticas económicas del menemismo. Esto se puede ver en la escena donde un grupo de ex trabajadores reclaman que reabra y les devuelva su empleo la empresa de petróleo y gas del pueblo, ya que fue cerrada y generó masivos despidos.
Otro tema que aparece en el film es la figura del jubilado, donde surgen dos disputas en cuestión: por un lado, se lo asocia a lo pasivo, lo inservible y lo débil, que no aporta nada a la sociedad; por otro lado, se le reconoce su contribución en el ámbito laboral y también se le atribuye un cierto respeto y admiración por parte de los demás grupos etarios. Un ejemplo de esto es la escena donde el periodista Martín (Fernán Mirás) hace un reportaje a distintas personas para conocer su opinión acerca de la situación de José y Pedro.
