‘El robo del siglo’: Crimen y gloria

‘El robo del siglo’ o como Ariel Winograd, multifacético director de películas como ‘Sin hijos’ (2015), ‘Vino para robar’ (2013), ‘Cara de queso’ (2006) y ‘Permitidos’ (2016), entre otros filmes, no sólo dirigió la primera película argentina con la participación de Paramount+ (este año, con ‘El gerente’, protagonizado por Leonardo Sbaraglia), sino que además ficcionalizó uno de los delitos con mayor renombre en lo que va del siglo XXI.

El mundo de las grandes hazañas no pierde de vista los grandes atracos, aquellos crímenes que quedan impregnados en la memoria colectiva por diferentes razones.

La estrategia, la frialdad, el cálculo, la creatividad a la hora de pensar en recursos para disimular, encubrir, robar y escapar son componentes dignos de una mega producción hollywoodense. Pero en esta nota vas a poder leer cómo todo esto (y más) se conjugó en primer término en la vida real con el robo a la sucursal de Acassuso del Banco Río el 24 de enero de 2006, para después convertirse en una producción fílmica que contó con las actuaciones centrales de Guillermo Francella, Diego Peretti, Pablo Rago y Rafael Ferro en ‘El robo del siglo’.

El caso

Esta película realiza un recorrido interesante en relación a cómo cada integrante fue involucrándose en el delito desde la particularidad de cada quien. Es interesante que a esta narración la acompañe una fotografía de colores cálidos y saturados, para acercarnos un poco más al verano en el que sucede el hecho.

Fernando Araujo, el líder de la banda que asaltó al Banco Río, en el cual se tomaron 23 rehenes y se robaron 19 millones de dólares logrando escaparse por el Río de La Plata en dos gomones.

Alicia Di Tullio, ex esposa de “Beto” de La Torre, uno de los atracadores, fue quien delató a la banda una vez que ya se había producido el robo y habían tomado rumbos diferentes para esconderse de la ley. La cual sólo pudo recuperar USD 1 millón de los USD 19 robados.

Los asaltantes recibieron penas entre 7 y 12 años y actualmente se encuentran todos en libertad.

La película

Araujo es interpretado con altura por Diego Peretti. Deja ver cómo la personalidad del líder puede traducirse como la del creativo casi ingenuo pero impulsivo, espontáneo pero incisivo en sus planteos y en la forma en la que los quiere llevar a cabo. Fue quien planificó el robo en los aspectos más prácticos desde cómo armar el equipo hasta cómo huir invictos.

Miembro de una familia de clase alta, artista plástico, con estudios universitarios en ingeniería y profesor de karate y jiu-jitsu. Actualmente forma parte de un documental en Netflix donde el robo es explicado por sus propios protagonistas.

Guillermo Francella (quien es Luis Mario Vitette Sellanes) viene a darle el andamiaje económico y experimental al robo. Posee capital y mucha experiencia, lo cual lo convierte en el socio ideal y confiable que necesita cualquier tipo de proyecto.

Después de comprobar su versatilidad como actor comediante y también capaz de representar personajes siniestros como Arquímedes Puccio en ‘El clan’ o pequeños héroes valientes como Pablo Sandoval en ‘El secreto de sus ojos’; Luis Mario aplica en su totalidad para Francella en la frialdad y el cálculo.

El Robo del siglo se permite atisbos de humor, quizás porque Winograd no pudo resistirse a la combinación Peretti – Francella en algo que resulta una narración cuidada de un grupo de amigos (con la dinámica que caracteriza a estos grupos) actores interpretando a otro grupo, pero de colegas del delito.

Atracción fatal

Además del atractivo presente en las interpretaciones, en la fotografía y en el ritmo, el dinamismo de un grupo de socios, casi como el de un grupo de niños adultos “haciendo travesuras” enriquece, lejos de alivianarla, la historia sobre el robo al Banco Río. ‘El robo del siglo atrapa’, entretiene, indigna y, al mismo, tiempo causa admiración. Vayamos ahora a este último punto.

Los ladrones sofisticados están casi a la misma altura de los Diegos Maradonas que, no ajenos a la cultura popular del bandido respetado, que tiene códigos, colocan a sus espectadores en la disyuntiva de la admiración o de la moralidad.

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En el primero de los casos la cuestión es entregarse al ingenio indiscutible, a la habilidad nata de pensar y ejecutar con alguna parte del cuerpo (Maradona con los pies, los ladrones con las manos, los pies, el cuerpo entero y los aparatos); en el segundo de los casos cuestionarse desde qué aspectos estamos admirando.

Representa esas lagunas oscuras que no tenemos tantas intenciones de reconocer como sociedad y muchísimo menos los/as miembros/as de las clases medias y altas, de donde surgen estos criminales “de guante blanco”.

En definitiva, en ninguno de los dos casos dejamos de admirar. Prueba de ello es esta película y lo significativa que es para quienes somos contemporáneos, para quienes siguieron el caso por los medios y, más aún, para quienes en algún momento han anhelado seguir los pasos de sus autores.

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