La concurrencia a cines durante los primeros tres meses del 2018 cayó en un 39%. A este dato se suma el reciente cierre de la distribuidora nacional “Distribution Company” y la ausencia de films nacionales en taquilla.
Es difícil hablar de los números que arrojan las estadísticas cuando se trata del cine local. Si bien ya hemos hablado de esto durante el año pasado, el 2018 arrancó con una fuerte tendencia marcada por un desplome de la concurrencia de espectadores a sala y, como si esto fuera poco, por una ausencia de films nacionales en la taquilla.
Según datos del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), durante marzo se vendieron 2.420.000 entradas contra 3.970.000 del mismo período en 2017. Asimismo, información proveniente de Ultracine arroja que la audiencia en cines se derrumbó en un 39%. Esto, en cifras más concretas, representa 1.550.000 espectadores menos en sala.
Lo preocupante dentro de este dato que se da en el circuito de exhibición es que el único éxito comercial del primer trimestre del 2018 es “Coco”, película producida por Disney/Pixar. El film acumuló un total de 3.025.000 espectadores mientras que “Jumanji: En la Selva” quedó segundo con 1.310.000 butacas compradas. Ningún otro film supera el millón de entradas vendidas. Muy lejos de esta cifra se encuentran los largometrajes nacionales “Recreo”, “El Último Traje”, “Las Grietas de Jara”, “Ataúd Blanco” y “27: El Club de los Málditos”, solo por nombrar algunos.

¿Qué está pasando con el cine nacional? ¿Las nuevas pantallas se están comiendo al séptimo arte? ¿El público está volviendo a creer que el cine argentino es “aburrido”? ¿El alto costo de las entradas hace que el video on demand gane la pulseada? ¿O es culpa de la gestión actual que descuida, desprotege y deja al descubierto la producción local?
Son muchas las preguntas y muy complejas las respuestas. Estadísticamente, es un hecho que el precio de las entradas aumentó. Actualmente el valor promedio de un boleto es de $116,50 contra los $93,50 que salía hace un año. Pero si solo nos quedamos con este motivo, estaríamos siendo bastantes ingenuos.
El cine argentino salió a batallar durante los últimos años con una propuesta de género para nada envidiable a la que brinda Hollywood. Films como “Hipersomnia”, “Amateur” o “Kryptonita” fueron muestra de ello.
Pero, en pleno auge de experimentar la realización del género, la política de fomento local se vio afectada por decisiones de la gestión a cargo de Mauricio Macri. El recorte en el presupuesto mínimo para la realización de una película, el cierre de numerosos festivales a lo largo del país, la falta de una política de protección a la cultura local y el fin de varias señales locales han dejado a la producción nacional en un estado de gran fragilidad.
A esta enumeración de hechos se suma el reciente cierre de la distribuidora “Distribution Company”. La empresa que se encargó de este proceso en “El Secreto de Sus Ojos” dejó aún más al descubierto la vulnerabilidad antes nombrada.
“Me ganaron el pochoclo y el doblaje. Hoy el negocio del cine no son las películas, son las golosinas y las gaseosas. Y el otro problema que tenemos es que antes nuestro público estaba acostumbrado a escuchar a Marlon Brando en inglés y a Mastroianni en italiano. Hoy, los exhibidores multipantalla solo quieren películas dobladas y con eso fueron raleando al público bueno del cine, ese público que no quiere que al lado se le siente alguien comiendo pochoclo, con ese olor y ese ruido. Las películas buenas cada vez tienen menos pantallas”, dijo Bernardo Zupnik en una nota a La Nación.
Zupnik, una voz más que autorizada en la distribución cinematográfica, concluyó: “En los últimos años el público latinoamericano, no siendo el argentino ninguna excepción, viene prefiriendo el cine doblado. Por ese motivo, la mayoría de las salas de cine se ve en la obligación de programar este formato por sobre el subtitulado”.
El presente estado de las cosas se suma a un número mucho más preocupante. Un estudio de CineTren publicado en el sitio OtrosCines.com muestra que los cinco estudios cinematográficos de Hollywood se hicieron en 2017 con el 75% de las funciones cinematográficas. El último cuartil, por desgracia, quedó para las distribuidoras nacionales.
Así las cosas es inevitable volver a la pregunta de párrafos anteriores. Si se continúan profundizando los tres procesos productivos de una película (realización, distribución y exhibición) ¿En qué lugar va a quedar parado el cine nacional? La preocupación es inminente y desde ya es urgente una política de estado que protega a la producción cinematográfica local.