‘The Neon Demon’: El lado oscuro de la belleza

Inquietante, seductora, oscura, perturbadora y tan atrayente como las luces de neón. Estas y otras sensaciones son las que se pueden experimentar en ‘The Neon Demon’, el último film del director danés Nicolas Winding Refn.

Jesse (Elle Faning) es una adolescente misteriosa que llega a la ciudad de Los Ángeles para comenzar su carrera como modelo. Poco a poco la protagonista se sumerge con éxito en el mundo superficial de la moda. Lo logra de forma sencilla porque tiene ese “algo” que encandila, atrae y seduce. Es un alguien irresistible, acechada por quienes menos lo esperamos.

El juego de luces, vestuarios y colores utilizado en cada escena es crucial para entender la metamorfosis que sufre la protagonista a lo largo del film. A medida que la pelicula avanza, podremos percibir como el personaje de Elle Faning cambia su personalidad. De un instante a otro, Jesse dejará su fresca inocencia de lado para convertirse en un ser narcisista y oscuro.

Foto: Film Grabber

Pero ¿por qué pasa esto? Jesse es una jovencita que vive en un “hotelucho” bajo la perversa mirada de su dueño (Keanu Reeves), quien no para de cruzarse con Ruby (Jena Malone), una maquilladora con unos cuantos muertos en el ropero que sabe muy bien cómo crear ilusiones y atraer aquello que desea. La mayoría de las veces, Ruby se encuentra acompañada por dos modelos casi inseparables, totalmente siniestras, plásticas, sin expresiones y que claramente no simpatizan con la joven aspirante.

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¿Qué es lo que más destaca del film?

La inocencia y la perversión es lo que sobresale en “The Neon Demon”. La película presenta una trama lenta y cargada de simbolismo donde las acciones de los personajes se complementan con la banda sonora. Es desestructurada, estéticamente bella, con un elenco actoral brillante y decisiones en el guión por lejos más que acertadas.

Aún con todo esto no podemos dejar de lado la incomodidad. A lo largo de la historia siempre tendremos la sensación de que algo no cuadra con el hermoso cascarón que nos muestran. Y es efectivamente ese interior podrido y macabro que, a cuenta gotas, se muestra cada vez más hasta llegar al final. Es un mundo de hermoso plástico reluciente donde las modelos, simples perchas, se prestan a la humillación de saber que son cosas desechables entendiendo que envejecer es un pecado.

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